Cestas llenas de solidaridad

El negocio de la marihuana ‘light’

ICIAR OCHOA DE OLANO
Se llama así porque no ‘coloca’. Su contenido en THC, el psicoactivo que lo convierte en droga, no supera el 0,2%. El invento suizo hace furor en España por sus propiedades relajantes y terapéuticas. Pero la falta de regulación sitúa algunos de sus formatos, como el aceite, en zona de sombras

En la localidad cántabra de Torrelavega están muy familiarizados con el cannabis. Hace diecisiete años, Luis Rodríguez, un veinteañero criado en la comarca agrícola y ganadera de Valderredible, levantó allí la persiana del Ganesh Grow Shop, una tienda en la que asesora sobre la venta de productos para el cultivo de esta planta. Desde entonces, aquel chaval audaz, amante de la horticultura técnica y de la versatilidad del cáñamo por sus propiedades lúdicas y terapéuticas, no ha dejado de viajar por el mundo para indagar en las posibilidades de su desarrollo agroindustrial y comercial. En 2017 recaló en la ciudad suiza de Ginebra y se encontró con que sus calles, frecuentadas por agentes de banca privada «encorbatados y en cochazos», olían a marihuana. La sorpresa se convirtió en conmoción cuando entró a un supermercado de la marca alemana Lidl y encontró en sus baldas paquetitos de cáñamo para fumar. «Me quedé alucinado», evoca a este periódico.

 

Era marihuana ‘light’, bautizada así en Italia por la ligereza de su efecto, se ha convertido en un auténtico ‘boom’ en los últimos años en ese país, al igual que en Francia. También se le conoce popularmente como CBD. En realidad, ese es el acrónimo de cannabidiol uno de los ingredientes activos que contiene la planta. A diferencia del tetrahidrocannabinol o THC, el componente que causa el ‘colocón’ y que lo convierte en droga, este componente no es psicoactivo. Sus efectos son principalmente sedantes y no está considerado un estupefaciente. En Suiza, en donde la industria del cannabis crece a un ritmo vertiginoso después de que lanzaran el primer producto comercial de CBD, está permitida la venta de productos de cannabis siempre que posean menos del 1% de THC. Para introducirlo en el mercado europeo, donde ese porcentaje no puede superar el 0,2%, someten a las plantas a un proceso de degradación -lavado, en el argot- con luz ultravioleta.

 

Luis Rodríguez se propuso de inmediato importarlo para despacharlo desde su negocio en Torrelavega. Y ha resultado todo un éxito. El empujón definitivo ha venido con el confinamiento, cuando las ventas ‘online’ se han disparado. «Hay muchos tipos de clientes. Están desde los consumidores de marihuana, que al estar encerrados no han podido acudir a sus puntos de venta habituales, y también mucha otra gente que no busca tanto un fin lúdico como relajarse o conciliar el sueño. 

 

Yo fumo CBD por las noches para controlar el bruxismo y la ansiedad del trabajo. Duermo como un bebé», asegura.

 

La crisis y el auge de la industria cannábica en el mundo promueven los cultivos de cáñamo en España para usos veterinarios, medicinales, de biomasa o cosméticos, parapetados en un «limbo legal»

 

Un abogado especializado en Salud Pública le ha permitido acometer el proceso a resguardo de la legislación. En España, para que el cannabis sea legal tiene que cumplir dos requisitos: que las variedades contengan un máximo del 0,2% de THC, el componente psicoactivo y fiscalizable, y que el destino de la planta sea industrial. De ahí que el CBD que comercializa incluya una leyenda que lo identifica como «producto industrial no válido para consumo humano» y que los cogollos se presenten a menudo como «flores de aromas» para su uso «como incienso». «Lo que cada uno haga después en su casa con ello es cosa suya».

 

Pero el CBD no se consume únicamente fumado. Es decir, con el formato de porro habitual. Existen otros muchas presentaciones, líquidas o en polvo, que encuentran un nicho de clientes entre un público que suele superar los 45 años. «Son personas que normalmente vienen con dolores crónicos, que no quieren tomar corticoides u opiáceos, o que ya han tomado bastantes, y que buscan alivio con el cáñamo, a través del aceite sublingual. También lo buscan enfermos de cáncer porque les ayuda a sobrellevar los tratamientos a los que se someten», cuenta Rodríguez.

 

Hace tres años, Eduardo Van den Eynde, entonces diputado y portavoz del PP en el Parlamento precisamente de Cantabria, y enfermo de un tumor en el pulmón, confesaba públicamente que consumía cannabis para combatir los efectos de la quimioterapia y que le procuraba un importante mejoría en los estados de cansancio, abatimiento y náuseas en los que le sumía cada ciclo.

 

Uso veterinario y cosmético

A pesar de la escasez de estudios científicos de entidad que certifiquen las propiedades medicinales del CBD, Luis Rodríguez cree ciegamente en ellos. «Yo he visto cómo mejora problemas de próstata o dolores intensos de artrosis o casos de psoriasis, con pomadas hechas a base de ese principio activo», asegura. Impulsado por ese convencimiento, hace unos meses decidió dar otro paso adelante y cultivar su primera plantación de marihuana ‘light’. Eligió Palencia por sus condiciones climáticas y por la disponibilidad de terrenos. Estos días recolecta allí junto a sus socios su primera cosecha.

 

No es el único horticultor de marihuana ‘light’ en España. El Ministerio de Agricultura reconoce la existencia de un total 167 hectáreas dedicadas al cáñamo textil, que es la denominación común del cultivo de la planta de cannabis destinada a la obtención de fibra (aunque el Gobierno central no diferencia según los usos), con una producción anual de 287 toneladas. Desde el despacho de abogados Bezanilla Renedo, el letrado especializado en delitos contra la Salud Pública Antonio Bezanilla estima que la extensión «real» destinada a este cultivo supera «de largo» las 600 hectáreas. «En 2006, cuando saltó el escándalo del lino y del cáñamo, ya había en España 634 hectáreas con plantaciones de cannabis, según los registros ministeriales. Hay muchas plantaciones que no se declaran, porque no es preciso hacerlo, o que no figuran en los listados oficiales porque no perciben ayudas europeas. Este es un fenómeno que se encuentra en plena ebullición y es lógico pensar que los cultivos se hayan multiplicado. De hecho, en apenas dos años mis clientes han pasado de ser cinco a veinticinco».

 

De su hectárea de plantas de cannabis, Luis Rodríguez espera obtener entre una tonelada y una tonelada y media de CBD. Aun no lo sabe bien, pero tiene claro que únicamente dedicará en torno a un 10% a comercializar los cogollos. El resto lo va a emplear en desarrollar proyectos de I+D+I relacionados con el mundo animal, la biomasa o la cosmética. Para emprender este viaje, en el que le acompañan su padre, un veterinario, y su hermano, un ingeniero agrónomo, ha fundado Castilla BioLab y ha firmado varios convenios de colaboración con la Junta de Castilla y León, la Universidad de Valladolid y un centro tecnológico.

«Este año nos lo planteamos como una prueba piloto. Hemos creado microparcelas para controlar los porcentajes de principios activos y de proteínas de las CBD, y vamos a hacer un aprovechamiento de los subproductos de la planta con valor añadido. Desde las raíces, hasta la fibra o las hojas, que estamos triturando para llevarlas a una hípica de Cantabria y probarlo como alimentación con caballos de alto rendimiento por sus efectos antiinflamatorios y ansiolíticos. También vamos a trabajar en la creación de bioplásticos con fibras de la planta para hacer aislantes térmicos y acústicos, y en desarrollos cosméticos, por la extraordinaria capacidad regeneradora del cannabis».

 

Para el empresario, estamos ante el «nuevo oro verde». «El cultivo del CBD se extiende por su valor económico al alza. De hecho, hay empresas que se dedican a ello cotizando en bolsa. Ante una crisis, es una solución por sus enormes posibilidades de aplicación. Yo también cultivo arándanos. El primer año me pagaron por debajo de su coste. En mi comarca, donde el producto estrella es la patata, que tiene denominación de origen propia, los agricultores hablan en pesetas de todo lo que se ha devaluado. Un plantación de cáñamo para uso de biomasa o medicinal es 50 veces más rentable. El cannabis representa, además, una oportunidad de mejora de nuestro entorno agrónomo y rural».

Dos fármacos en España

En enero de 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó a la ONU que sacara el cannabis de la lista IV de sustancias prohibidas de la Convención Única de Estupefaciente de 1961, el marco legal internacional vigente para el control de las drogas. Ese es el apartado más restrictivo, en el que se incluyen las sustancias de mayor poder adictivo, como el opio o la cocaína. Su permanencia en esa lista negra supone, según denuncia desde hace años la comunidad científica, un obstáculo para avanzar en la investigación de las propiedades farmacológicas.

 

A principio de este año, la Comisión de Estupefacientes del Consejo Económico y Social de la ONU accedió a debatir si suavizaba la fiscalización internacional del cannabis para facilitar su uso terapéutico, pero el coronavirus lo dejó en suspenso. Esta iniciativa, ahora paralizada, se adopta después de buena parte de sus estados miembros se hayan dotado de leyes propias para regular la producción y el consumo del cannabis con fines medicinales y, en algún caso, hasta el recreativo. Entre ellos no se encuentra España, que aún no ha emprendido ningún proceso regulatorio.

 

Hasta la fecha, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) solo ha dado luz verde a la comercialización de dos fármacos que contienen cannabis. Uno es Sativex, indicado para mejorar los síntomas relacionados con la espasticidad moderada o grave en pacientes con esclerosis múltiple, y Epidyolex, como tratamiento complementario de convulsiones asociadas con el síndrome de Lennox-Gastaut o con el de Dravet.

LOS NÚMEROS

  • 1961 es el año en que se firmó la Convención Única de Estupefacientes, el marco internacional vigente para 161 países, y que prohíbe y fiscaliza el cultivo de cannabis excepto si se usa para fines industriales u hortícolas.

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  • Reformas en países Los países que han abierto la mano a su uso, en la mayoría de los casos, con carácter medicinal son: Alemania, Argentina, Australia, Canadá, Colombia, Chile, Dinamarca, los Estados Unidos, Francia, Holanda, Israel, Italia, Luxemburgo, México, Nueva Zelanza, Reino Unido, Sudáfrica, República Checa, Tailandia y Uruguay.

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  • 1.500 Son los millones de euros que alcanzará la venta de productos con CBD en Europa para 2023, según la consulta estadounidense Brightfield Group.

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Foto: Óscar Navarro

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